quarta-feira, 19 de dezembro de 2012

La calle en que crecimos



por Milena Pérez

Milena Pérez/Suplemento Especial-Calle13 sin generación


Hace apenas unas semanitas, Abel,(editor invitado) me llamó para contarme que CLARIDAD quería dedicarle un espacio al grupo “nuestro”, de mi familia, de mis hermanos, de casa. Y de paso me preguntó que si podía escribir un artículo sobre cómo se formó Calle 13. Mi impulso fue decir que sí, pero la verdad que ahí me la puse difícil:  intentar articular desde mi “lugar”, un momento, un proceso, que involucró inquietudes, ansiedades, anhelos, quizás sobre todo “necesidades” de tantas personas; que se nos hace aún tan sobrecogedor, es siempre un poco imposible: una especie de utopía de palabras, hacia la que seguir caminando. Así que aquí voy a tratar.



Calle 13, la calle en la que crecimos, sigue siendo para nosotros, el proyecto de “nuestra familia”. Y nació, como muchos proyectos lindos, y como quizás casi nadie imagina, de manera sencilla: una iniciativa de René, y una mezcla de deseos, dificultades, corajes, luchas de una familia llamémolsla creativa, típica de clase media. “Familia creativa” no quiere decir familia particularmente  especial ni talentosa, pero sí con las particularidades que hay en tantas familias puertorriqueñas; en donde el ejercicio creativo y la expresión artística, independientemente de su calidad y calibre, se fomenta y se hace tan cotidiano, que hasta se da por sentado; las fiestas se convierten en unas especies de talent shows criollos que al menos para nosotros, son divertidos; y en la que casi nadie ha podido “realizarse” a nivel artístico.

Fue en el contexto de esa familia, y de ese ambiente de ideas y de trascender los dolores, como diría Freud, con humor, que en el 2005 René nos empezó a preguntar a mí y a todos e individualmente, qué nos parecía el nombre de nuestra calle, “Calle 13”, como su nombre de “rapero”. Todos sabíamos desde chiquitos, que René quería ser, antes pelotero y baterista, después cineasta, pero desde siempre, rapero. Así que la propuesta súbita de “Calle 13”, como nombre, a pesar de que todavía no había ni una canción y era una especie de ensueño fantasioso, nos parecía lo más lógico del mundo. Sin mucha seriedad, pero con todo el compromiso habíamos empezado a tripiar con la idea de Residente Calle 13, que era el modo en que nos identificábamos para entrar a nuestra urbanización. En algún momento, poco después, una de nuestras cuñadas dedujo que Eduardo entonces sería “Visitante”, porque era quien único vivía y no vivía allí. Del mismo modo, un día de Acción de Gracias, justo después de que saliese el primer vídeo, Ian Marcel, uno de nuestros primos hermanos,  propuso “PG-13” para Ileanita, con el pretexto de que era menor de edad; es decir, que nadie podía meterse con ella. Y nos gustó.

Luego, claro, todo iría evolucionando en un concepto más integral y complejo, pero el principio, nació de ahí.

René, hacía año y medio había llegado de hacer su maestría en Savannah, directo a buscar trabajo en áreas en las que no le daban trabajo, editando vídeos, haciendo planos 3-D para un arquitecto de la familia, y aprovechando cualquier ocasión para exponer S=EMP (Sexo=Energía, Masa y Placer al cuadrado), 9 minutos de imágenes hiperactivas y saturadas de color que, siguiendo un poco la línea y curiosidad “retro” de Georges Bataille, El Marqués de Sade y André Breton, exploraban esa línea tan fina entre lo que se considera “moral” y aceptable y lo que se desecha como inmoral e ilícito. Y para su sorpresa, se había llevado el año antes un 2ndo lugar en un festival de cine en Madrid. En realidad, había estudiado Animación de computadoras, con la idea de usar el conocimiento técnico adquirido, para hacer cine; y había logrado convencer a sus profesores de que le permitieran hacer S=EMP mezclando fílmico con animación. Así lo expuso en Rocaespacios, y en la Galería Biota, como invitado de Rabindranat Díaz Cardona evento en el que también expuso, Jesús Gómez, artista plástico y de los mejores amigos de Rabín, y por consiguiente de la familia - en la línea de Victor Misiano, no por nada, nos ha hecho el arte fotográfico de todos los CD’s -. Poco tiempo después de todo esto, René rapeó por primera vez La Tripleta en público con Ileanita de corista. Todavía recuerdo las caras de sorpresa y risa de nuestros amigos. Desde ahí, yo ilusamente, empezando a soñar con que Gab( Gabriel Coss) e Isra (Israel Lugo), hicieran los vídeos del grupo. El primer vídeo Se vale tó lo codirigieron René y Alejandro, nuestro primo, quien después dirigiría Calma Pueblo producido por nuestra productora favorita: su mamá, Ileana Ciena.

La verdad es que ni René al escribir, ni ninguno de nosotros empezó hiperconsciente de todas las cosas. Sabíamos lo que no queríamos:  todavía recuerdo a René en el carro rapeándome una canción, mucho antes de que existiera ningún grupo, y explicándome el dilema de que él quería escribir letras socialmente conscientes –de hecho, sus primeros raps lo eran más “explícitamente”–, pero que no quería que entonces el trabajo se quedara “en la universidad” es decir, en el mismo grupo de gente “consciente” del país. Y esa línea de pensamiento curiosamente conectaba con lo que yo pensaba en ese entonces, y que había estudiado.  ¿Porque de qué nos vale cualquier acto hacia la conciencia social, si en el mismo acto, en la misma persona que las produce, hay, habitándolos, mil exclusiones? Es decir, lo “fácil” era escribir temas que nos apelaran a nosotros mismos, al público más o menos consciente, de la universidad. Lo difícil, retante, verdaderamente ubicado, y honesto, era entendernos como parte de todo, dirigirnos también a quienes eran como nosotros porque no eran “como nosotros”: a nosotros si hubiésemos crecido en otra realidad; y tratar, desde ahí, de llegar.

Así que empezamos con lo que teníamos: Eduardo, que estudió música en el Conservatorio desde chiquito, había acabado de estudiar Contabilidad y Programación de Computadoras en la UPR.Bayanga, el grupo que había dirigido por años, justo se disolvía, y estaba queriendo empezar un grupo de música experimental. Gracias en parte a eso, tuvo tiempo de hacerle las primeras pistas y canciones a René, en el cuartito de la casa de su mamá, en Trujillo; y meses después algunos de los amigos y músicos de Bayanga empezarían a tocar en vivo en las presentaciones. Legcy Margarita, que ahora administra y atiende los ausntos legales del grupo, estudiaba Leyes. Gabriel que trabaja como productor, estudiaba Literatura en la Universidad, y yo acababa casi de llegar de Nueva York y de tomar tres clases como parte de mis electivas de bachillerato en Lenguas Romances, que fueron sospechosamente útiles para poder ver en las letras de René otras cosas, y ayudar a articular un concepto: Teoría Literaria, Política del Cuerpo y Masculinidad en la Literatura Medieval.

Es decir, que aunque no sea para nada evidente, y quizás es una sorpresa para muchos, para mí Calle 13, tiene todo que ver con Lacan, Foucault, Judith Butler, Slavoj Zizek, Julia Kristeva y Mikhail Bakhtin, entre otros. Cada vez que se hace una crítica vaga o sin haber leído bien y haberse tomado el tiempo de entender la propuesta, quisiera poder tener tiempo para apalabrar todo lo que, desde mí, veo en ellas. Cuando leí las primeras letras de René (“échate pa’l lao que tú eres patético, déjame a mí que soy megamagnético”). Fue en parte mi exposición previa a esto, lo que nos ayudó a entender, por ejemplo, que ése, más que René –que jamás me hablaba– sobre sus parejas así, era una  especie de inesperado y gracioso alter-ego, una voz que se le desdoblaba, –en este caso la voz primitiva, “corporal”, la de un hombre cualquiera intentando sobrevivir su masculinidad, en sociedad; lógicamente, una especie voz en crisis– y ver cómo, a pesar de que siempre nos hemos tenido increíblemente cerca, la cultura también lo afectaba. Gracias al “i am not where i think and i think where i am not” lacaniano y la idea del sujeto descentrado, que “es” en la medida en que inevitablemente no está, como la voz de René, sabiéndose y sin saber, inevitablemente fuera de sí;  a la historia de Eshu, el orisha juglar de los dos sombreros que atraviesa un valle de África demostrando que hasta lo más infalible se puede un día resquebrajar, instaurando la inquietud y la incertidumbre; y a la entrega sin medidas de René, al escribir, y de Eduardo al hacer música y de todos hacia dar y compartir lo que somos, pudimos empezar a articular y a elucubrar entre todos, un concepto preñado de posibilidades: una propuesta –que se desprendía de las letras– y que por lo menos, aunque a simple vista y para muchos, no lo pareciera, sí era y quería ser, aparte de natural, verdadera, honesta y escatológicamente expresiva, una, mínimamente consciente.

Mientras fuimos siendo inesperadamente reconocidos, sentíamos que había que hacer lo que siempre habíamos querido que otros en ese lugar hicieran: aprovechar el reconocimiento, en vez de para egotripearnos, para tratar de decir algo; o al menos, para cuestionarnos algo junto a la gente. O sea nunca decir algo sintiéndonos que lo que estamos diciendo “es”, sino conscientes de que ninguno nos escapamos de participar a veces de lo que no quisiéramos ser parte, de lo que nos encojona y nos horroriza; desde el entendernos como parte de eso mismo que estamos criticando. Conscientes de que lo que ahora nos parece desechable, despreciable: lo “abyecto” –concepto que se puso tan de moda en la academia hace diez años– tanto a nivel individual, psicológico, social como moral, en algun momento, formó parte de nosotros.

Fue, me parece, por todo esto, que cuando Mayra Montero en uno de sus articulos relacionó lo de llamarnos Residente y Visitante con los emigrantes, decidimos que no podíamos ser latinoamericanos, llamarnos así y no dedicarle el segundo CD –darle voz– a ese tema. René quería un tono “oscuro”, porque el primer CD fue mas “claro”’. Y a mí me parecía que qué más verdaderamente “oscuro” que esa realidad tan dolorosa para tantos. Lo hicimos con la ilusión de que, al ser boricuas, ser colonia y tener pasaporte estadounidense, al solidarizarnos como latinos con una causa que no era exactamente la “nuestra” podíamos ayudar a que latinoamericanos le prestaran más atención a nuestra situación colonial. Por eso Los de Atrás Vienen Conmigo se lo dedicamos al tema de “ lo abyecto” metaforizado en la figura del “freak”, con la propuesta, que también tiene mucho que ver con cómo “funciona” nuestra familia, de ser inclusivos, de aprender todos de todos; de no darle alas a los sellos que limitan e imposibilitan, ni a las competencias.

 Creo que vivimos de las críticas en todos los sentidos. Por eso me sorprende a veces cómo gente consciente, y a la que admiramos, como Rodríguez Juliá –con quien todos estaríamos de acuerdo en que la verdadera medalla se la merece Oscar López– se haya atrevido a despacharnos con tan poco cuidado. Pareciera que no hubiera escuchado bien ni una canción. Por lo menos, después de todo este esfuerzo en todos los sentidos, ¿no nos merecemos buenas críticas? La verdad es que, como dice el clásico de iglesia que a muchos nos llegó por Sunshine, “la familia es una institución”, un micropaís, un mundo: el primer proyecto político que tenemos todos y al que muchos, irónicamente apegados a ideales e ideologías políticas, abandonan. A mí me parece maravilloso, y todavía me vuela la cabeza, cómo familias que a todas luces deberían de ser disfuncionales, pueden convertirse y trascenderse, a base de entendimiento, autocríticas, y buenas intenciones, en algo que de algún modo, “funciona”.

Crecimos rodeados de adultos que tuvieron y siguen teniendo la capacidad de trascender los dolores y las diferencias con amistad; y a la vez, al no escaparnos de nada, ni del SIDA ni de cárceles ni de heroína, conscientes de que hay mucha gente valiosísima que opta por o ha sido víctima de situaciones extremadamente difíciles. Mucha gente talentosa que no llega a poder realizarse o vivir de ese talento; conscientes de que sobrevivir cuando no se viene de una familia de dinero, se trata a veces, de tener que hacer muchas cosas que quizás no nos gustan, pero que no por eso valemos menos, conscientes de que somos muchas más posibilidades de lo que “somos” en esta islita, de que a la gente no se le debe valorar sólo por aquello en lo que se destacan, sino por todo lo que dan de buena fé, desinteresada y honestamente de sí. Que el éxito más importante, quizás, es lograr cuidar –y aquí estoy con Filiberto, con Gandhi y el Che, con todos, aquí me voy “revolucionaria”– nuestra luz, y de  saber aprender, saber vivir en amor no sólo con el lugar en el que quisiéramos estar, sino con ése en el que queramos o no, estamos, pero que es, más cuando no es el ideal, valientamente honesto, y bello, en el sentido stendhaliano; es decir, porque nos lleva hacia la felicidad. Saber vivir en amor y con valentía, nuestra autenticidad. Hay mucho que decir y muchas maneras de empezar a intentar contar cómo nació Calle 13. Y puede parecer poco importante para algunos, pero insisto en que sin esos ingredientes tan invisibles, “imprácticos”, subestimados, devaluados y hasta rechazados, por mucha gente, en la sociedad deshumanizante en la que vivimos, y claro, sin cierta inexplicable, misteriosa suerte que agradecemos mucho, no hubiera podido existir un proyecto tan fructífero, al menos de raíz, como éste.

Fonte: Claridad

Nenhum comentário:

Postar um comentário